
Sicko revela el día a día de las distintas corporaciones médicas y aseguradoras, que se mantienen unidas en una campaña sin fin con el único objetivo de obtener el mayor número de beneficios posible. Utilizando como sicarios a prestigiosos doctores que avanzan en su carrera profesional en función del ahorro que propicien al centro, estas entidades rechazan por doquier los diversos tratamientos que demandan sus pacientes. Pero esto ya lo sabíamos, la crueldad del sistema médico norteamericano, que se niega a atender a aquellos ciudadanos que no pueden permitirse un seguro médico no es ninguna novedad. Lo que muestra el documental es la vergüenza de estos ciudadanos norteamericanos, quienes terminan abrazando y agradeciendo al mismísimo enemigo cubano, la atención que la tierra de las oportunidades les arrebata.
El propio Moore termina agachando la cabeza al conocer cómo funcionan las cosas en países como Francia, Reino Unido o Canadá –a donde cruzan con frecuencia los vecinos estadounidenses para solucionar sus problemas médicos con diversas estratagemas.
El patriotismo del director, o lo que es lo mismo, su sentimiento antifrancés o anticubano, merma de forma progresiva a lo largo del documental, y no porque le escandalice la sanidad de su país –que también-, sino porque sobre todo, le sorprende la buena cobertura de los otros países. En su periplo a lo largo del globo, Moore se reúne con médicos, enfermos y farmacéuticos que le relatan el funcionamiento de sus respectivos servicios sanitarios, y no con orgullo, sino con sorpresa de que en la próspera Norteamérica no existan estos “lujos” –como los califica el propio director.
Bowling for Columbine, el documental ganador del Óscar en 2002 que arremetía contra la generalización de la violencia en Estados Unidos, o Fahrenheit 9/11, que destapaba siniestras verdades sobre los atentados de las torres gemelas, popularizaron a un cineasta que no puede evitar quedarse de brazos cruzados ante las incongruencias de su país. Pero Michael Moore ha madurado con los años, y en Sicko, la figura graciosa y descarada que pudimos ver en sus trabajos anteriores, deja paso ahora a un personaje concienciado y cabreado con lo que le rodea. Las apariciones del cineasta son selectas, esta vez; cuando aparece ironiza, pero en su rostro se muestra una incomprensión sin ensayo previo. Y digo cineasta y no documentalista, porque al margen de que sus filmes sean vistos como discursos políticos, no deja de ser cine desde el comienzo hasta el final, utilizando, para narrar sus documentales, recursos narrativos presentes en algunas de las mejores obras cinematográficas.
Moore, que realizó el film en 2007, desconocía el futuro inmediato que se cernía sobre Norteamérica; desconocía que Obama iba a ser la próxima esperanza para atender sus llamamientos. Ahora sólo queda esperar. God bless America…
Título original: Sicko
Año: 2007
País: USA
Dirección: Michael Moore
Guión: Michael Moore
Duración: 123 min.
Andrea Franco
No hay comentarios:
Publicar un comentario